De Jerome Lejeune , padre de la Genética Moderna , que identificó la causa del síndrome de Down.
“Quiero contarles una historia verdadera.
Ocurrió hace 103 años. Me la contó un viejo amigo mío, un profesor de Cincinnati muy anciano ya. Su padre era médico en un pueblecito de Austria. Hace 103 años, nacieron, en el pueblo en el que ejercía como médico, en dos familias diferentes, un niño que gritaba con fuerza y una niñita que gemía penosamente. El niño era normal, la ninita tenía la trisomía 21.
Tuvieron destinos muy diferentes. El muchacho tuvo una vida fulgurante, la niña una vida en la sombra. Ella cuido durante cuatro años de su madre hemipléjica y, aunque débil mental, esta buena hija dio a su madre lo que podía darle: cuatro años de amor. El anciano médico austriaco, el abuelo Warkani, no podía recordar el nombre de la chiquilla a la que habrían matado si se hubiese realizado el diagnóstico in utero, pero nunca olvidó el del muchacho: se llamaba Adolfo Hitler.
Esta historia no es apócrifa, es verdadera. Y nos muestra que, para juzgar al hombre, no deberíamos ser ni juez ni parte, y que los más débiles, los más desprotegidos, los más necesitados de nuestra especie tienen derecho -el mismo que los demás- a nuestro respeto y a nuestra dedicación.
Seguro que ustedes me dicen: «Si todo el mundo dice lo contrario». Lo sé; no tiene importancia. Sé que nunca se ganará del todo esta batalla. Pero hay una cosa que sé en lo más profundo de mi ser: ante la enormidad de la tarea y la formidable necesidad de triunfar, nunca abandonaremos.”
“Quiero contarles una historia verdadera.
Ocurrió hace 103 años. Me la contó un viejo amigo mío, un profesor de Cincinnati muy anciano ya. Su padre era médico en un pueblecito de Austria. Hace 103 años, nacieron, en el pueblo en el que ejercía como médico, en dos familias diferentes, un niño que gritaba con fuerza y una niñita que gemía penosamente. El niño era normal, la ninita tenía la trisomía 21.
Tuvieron destinos muy diferentes. El muchacho tuvo una vida fulgurante, la niña una vida en la sombra. Ella cuido durante cuatro años de su madre hemipléjica y, aunque débil mental, esta buena hija dio a su madre lo que podía darle: cuatro años de amor. El anciano médico austriaco, el abuelo Warkani, no podía recordar el nombre de la chiquilla a la que habrían matado si se hubiese realizado el diagnóstico in utero, pero nunca olvidó el del muchacho: se llamaba Adolfo Hitler.
Esta historia no es apócrifa, es verdadera. Y nos muestra que, para juzgar al hombre, no deberíamos ser ni juez ni parte, y que los más débiles, los más desprotegidos, los más necesitados de nuestra especie tienen derecho -el mismo que los demás- a nuestro respeto y a nuestra dedicación.
Seguro que ustedes me dicen: «Si todo el mundo dice lo contrario». Lo sé; no tiene importancia. Sé que nunca se ganará del todo esta batalla. Pero hay una cosa que sé en lo más profundo de mi ser: ante la enormidad de la tarea y la formidable necesidad de triunfar, nunca abandonaremos.”
Tomado del libro “En el comienzo la vida“ , Conferencias inéditas, Jerome Lejeune. Ediciones BAC , pág 130
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