Carta del joven san Agustín a los jóvenes de hoy

 


 

“Tarde te amé, Belleza tan antigua y tan nueva… pero llegaste a tiempo.”

 

Ey, joven:

Tú que buscas algo que llene tu vida — likes, fiestas, placer rápido—

y aun así terminas el día sintiéndote solo, vacío, desconectado.

Te hablo yo, Agustín.

Fui joven como tú. Lleno de preguntas, sed de amor, hambre de verdad…

y me perdí muchas veces en placeres baratos.

 

Creí que la libertad era hacer lo que me daba la gana.

Pero terminé encadenado a mí mismo.

Creí que amar era poseer.

Y terminé solo.

Creí que Dios estorbaba…

y descubrí que solo en Él se vive de verdad.

 

Un día escuché a Jesús decir:

“Felices los pobres de espíritu,

porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Felices los que tienen hambre y sed de justicia,

porque serán saciados.

Felices los limpios de corazón,

porque verán a Dios.” (Mateo 5)

 

Y entendí:

Yo no era feliz porque me conformaba con migajas de felicidad.

Vivía para mí.

Pero la verdadera alegría llegó con la conversión del corazón,

cuando dejé de pensar solo en mí y descubrí que ser feliz es vivir como hermanos.

 

La verdadera revolución es la fraternidad.

Cuando ya no compites, ni comparas,

sino compartes, sirves, perdonas.

Cuando construyes puentes y no muros.

Cuando eliges amar, aunque duela.

 

Me rendí.

Le dije: “Tómame como soy… y hazme nuevo.”

Y lo hizo.

 

Joven, no naciste para sobrevivir. Naciste para arder.

            •         Para amar sin miedo.

            •         Para luchar por la justicia.

            •         Para vivir libre, limpio, en paz.

            •         Para dar la vida… y encontrarla.

 

No te resignes a lo fácil.

No vendas tu alma por comodidad.


Dios te llama a más.

A TODO.

Nos vemos en las alturas,

 

— Agustín, un joven que encontró a Dios tarde… pero a tiempo.





RAP inspirado en la carta anterior:





TÍTULO: 
“Tarde te amé (pero a tiempo)”
Rap inspirado en san Agustín



[Verso 1]
Ey, tú que vas por la vida corriendo,
buscando en mil cosas lo que sigue faltando.
Fui como tú, con sed en el alma,
con mil placeres… pero cero calma.


Lo tuve todo: fama, pasiones,
fui esclavo de mil tentaciones.
Pensé que amar era solo deseo,
pero el corazón gritaba: “¡No es esto lo que quiero!”


[Estribillo]
Tarde te amé… pero a tiempo llegaste,
cuando mi ego ya no me bastaba.
Tu luz me quemó, tu amor me cambió,
y ahora mi vida por ti se levanta.


[Verso 2]
Un día escuché: “Felices los pobres…”,
“Felices los limpios, los sembradores.”
“Felices los que construyen la paz,”
los que no huyen, los que dan más.


La felicidad no estaba en lo mío,
sino en dar la vida, en salir del frío.
La conversión fue mi revolución,
y entendí que Cristo es la única solución.


Sin Él no hay fuego, no hay verdad,
no hay revolución que cambie de verdad.
Todo lo demás se queda en palabras,
pero Cristo entra… y tu alma se abraza.



[Estribillo – repetido con fuerza]
Tarde te amé… pero a tiempo llegaste,
cuando mi ego ya no me bastaba.
Tu luz me quemó, tu amor me cambió,
y ahora mi vida por ti se levanta.


[Puente rapeado lento]
No naciste pa’ sobrevivir.
Naciste pa’ arder, pa’ servir, pa’ construir.
La auténtica revolución viene de Cristo,
o no será revolución, solo un mito.


[Verso final]
Así que joven, no te escondas, no huyas,
hay más vida fuera de tus murallas.
Jesús te llama a no ser mediocre,
sino a ser feliz sirviendo al pobre.




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