Jordi Arcarons
Daniel Raventós
Lluís Torrens
Empecemos por el TG. Con esta propuesta, sus defensores aseguran que se creará un millón de puestos de trabajo en un año mediante contratos de 900 a 1.200 euros brutos mensuales a 35 horas semanales. Es una forma diferente pues de decir que estas personas, la mayor parte menos que mileuristas, tendrían una remuneración de entre 6,4 i 8,6 euros la hora. Sabemos que hay 5 millones de personas oficialmente en paro, sabemos que cerca de 2 millones de personas trabajan a tiempo parcial de forma involuntaria porque no tienen otro remedio, aunque su deseo sería trabajar a tiempo completo. Eso suma 7 millones de personas. También sabemos que existe un número nada pequeño de personas que no busca empleo porque considera que es inútil hacerlo y que conforma lo que se llama “población laboralmente desanimada”. El monto total de todas estas partes de población ya alcanza los 9 millones, ¿no tanto? Pongamos pues 8. Si en un año se logra un millón de puestos de trabajo mediante el TG, no resulta una cuestión académica preguntarse por los otros 7 millones de personas. Estos 7 millones de personas no pueden quedar despachadas con el argumento de “paciencia, en el primer año será un millón, luego ya iremos subiendo y quizás en 10 o 12 años, tengamos algo parecido al pleno empleo”. Este “argumento” es, además de políticamente injustificable, técnicamente deficiente.
Más. Aproximadamente un tercio de toda la población trabajadora a tiempo completo, cobraba una cantidad inferior al salario mínimo interprofesional (SMI). Una cantidad que para el año 2015 está establecida en 9.080 euros anuales. Es decir, que estos 900-1200 euros mensuales brutos serían un excelente motivo para que al menos un tercio de los trabajadores actuales a tiempo completo dejaran su actual empleo para acogerse a la oferta de TF. Más o menos unos 4 millones de demandantes. Nos situamos pues en una cantidad a los que habría que ofrecer TG realmente imponente: a los 8 millones anteriores habría que sumarles estos 4. Convendremos que 12 millones de personas para cubrir con TG es una tarea ciclópea. Y todo ello sin tener que gastar por nuestra parte ningún argumento sobre la deseabilidad ética o no del TG. Simplemente números fáciles de contrastar.
Piénsese que el TG o la idea del Estado como empleador de último recurso es una propuesta de economistas, en otros aspectos sumamente interesantes, de EEUU. Y en EEUU el paro no ha alcanzado en los últimos 70 años nunca el 10%. En cambio, en el Reino de España, a lo largo de los últimos 36 años… se ha superado 33 veces el 10% de la tasa de desempleo. Estamos hablando de algo diferente. Si alguien está pensando en contestar que en EEUU el paro no se contabiliza exactamente igual que en la UE y que por lo tanto las cifras están estimadas a la baja… bien, desplacemos la atención a los datos de la OCDE sobre el paro desde 1978 hasta hoy. Y comprobemos que el Estado campeón mundial es, claro está, el Reino de España, lugar donde la tasa de desempleo ha superado 24 años el 15%. El segundo Estado en tan triste competición y a muchísima distancia es Irlanda con 9 años, y el tercero Eslovaquia con 8. No hará falta insistir sobre el punto que queremos destacar: las proporciones del desempleo en el Reino de España son estratosféricas y no se trata de un lugar en el que nadie, excepto algunos miembros de IU, haya pensado de forma razonable en depositar la confianza en el TG como principal herramienta para enfrentar esta situación.
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